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¿De dónde salen las historias de amor?

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La historia de amor entre Romeo y Julieta no fue fácil de escribir, estoy seguro, y también lo estoy de que era una historia fácil de imaginar.  Los obstáculos para el amor han sido parte del paisaje de la humanidad desde aquel distante minuto en que al pensamiento del homo sapiens se sumaron los prejuicios del hombre civilizado.

Las familias rivales con amantes en sus respectivas filas ya no tienen nada de interesante, o mejor dicho,  sería objeto de museo, en estos días, un amor que no se consume por cuenta de los obstáculos que separaban a los amantes de antaño. Y es que, digámoslo de una vez por todas, las historias de amor que vale la pena contar son aquellas en donde, dos se aman y el resto de los se ocupa de sentimientos mucho más rentables como la ambición, el poder, la fama y las perversiones de la mente y el alma que son, sin duda, mucho más atractivas dramatúrgicamente que el amor mismo.

Entonces, se pregunta el juglar del siglo XXI,  cómo contar un buen romance en un momento de la humanidad en donde la discriminación social se considera un delito, en donde para encontrar al amante ya no hay que esperar la nota clandestina portada por un cómplice mensajero sino que por cuenta de un Snapchat podemos hacer llegar al objeto de nuestro deseo aquel mensaje furtivo que le indique lugar y hora para el encuentro, que en más de las ocasiones, puede ser virtual con sexo y gemidos incluidos. Qué dificultad en el amor puede haber cuando los adolescentes ya no temen a sus padres sino que por el contrario son aquellos los que tiemblan de pensar en el castigo de los hijos. No hay grandes dramas ahora que el divorcio y la separación son casi un paso obligatorio del periplo conyugal. La infidelidad como tal tiene matices pues gracias a la liberación sexual de las parejas, un trio un cuarteto o una orgía se contemplan con la misma facilidad que un viaje a las costas del Caribe. Y ni que decir de la escasez de crímenes pasionales, pues ya el agredido por los cachos no desenvaina espada ni fusil para reparar la ofensa, es más “cool” sumarse a la pareja y construir el menage à trois que nos enseñaron los franceses.

¿De dónde salen las historias de amor en el siglo XXI?

¿Qué les parece el amor que trata de quebrantar la soledad a la que tan cómodamente nos amañamos los terrícolas de hoy? ¿Hasta donde podría llegar un romance entre aquellos separados por la polarización ideológica que retuerce nuestro suelo?  ¿Cómo se verá una pareja que se enamora sin saber que los dos militan en posiciones diametrales frente a la fiesta de los toros?  ¿Con qué aliento sobrevive la pasión que nace en una ELLA que milita en la disciplina feminista y sus hormonas la desestabilizan cuando conoce a un bello ÉL que canta rancheras como un típico mariachi?

Románticos del mundo, como ya lo dijo ALF, aquel alien ultradivertido de la televisión gringa, “NO HAY PROBLEMA”, los empaques han cambiado pero la esencia seguirá siendo la misma, porque el gran obstáculo para el amor se disfraza con los atuendos que la moda le exija porque tanto en Verona hace 600 años como hoy en Berlín, Nueva York, Bogotá o París, el gran enemigo del amor es el poder.

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